viernes, 25 de julio de 2014

EL DESARROLLO TEMPRANO

Los primeros años de la vida del niño juegan un papel decisivo en su estructuración como persona y representan un momento de cambio y esfuerzo constante.

Hasta mediados del siglo XX, la figura del bebé como un ser pasivo y exclusivamente receptor de lo ofrecido por el medio ha impregnado la visión social de la infancia temprana. Sin embargo, el interés y el estudio sistemático de esos primeros años de vida han revelado lo erróneo de esa antigua forma de pensar acerca de los bebés. La estructuración de un bebé como persona empieza mucho antes de su nacimiento e, inclusive, antes de su concepción; en efecto, comienza a partir del momento en que los padres fantasean con la posibilidad de tener un hijo.

En esas fantasías, que no necesariamente deben concretarse en lo inmediato, se asignan cualidades, deseos y expectativas al "futuro" hijo, el que a partir del nacimiento dará continuidad a la vida y anhelos de los padres. Todo será fantaseado a partir de las experiencias infantiles que hayan vivido, de sus características personales, del vínculo existente entre ellos y de sus lazos con el medio social de referencia.

Sin embargo, la llegada del nuevo miembro de la familia no es solamente la concreción de esos anhelos paternos, ya que el bebé desde su propia singularidad, aportará sus únicas y personales determinaciones, siendo estas de índole genéticas, congénitas, predisposicionales o de carácter.

Desde unos meses antes del nacimiento y otros tantos posteriores a este acontecimiento, la madre establecerá el vínculo especial con el bebé; este vínculo la ayudará a comprenderlo y a lograr responder adecuadamente a sus imperiosas necesidades. Al respecto, cabe destacar que el comienzo de la vida extrauterina representa para el neonato un gran esfuerzo, tanto desde el punto de vida biológico como psicológico.

En este sentido, el bebé tendrá que aprender, entre otras cosas, a regular la temperatura corporal por sí mismo, a alimentarse, a respirar y a tolerar e interpretar una innumerable cantidad de estímulos endógenos que son aquellos provenientes de su propio cuerpo, y exógenos, es decir, los que están relacionados con el mundo exterior.

Esta es una tarea compleja que sume al pequeño en una exigencia de adaptación continua que sólo podrá ser llevada adelante con éxito a partir de lo que Freud denominó "auxilio ajeno", brindado por la madre o cualquier otra persona que cumpla con esta función.

De ahí en más comienza para el niño la gran aventura de transformarse en persona, ya que como dice Silvia Bleichmar, el "cachorro humano" es un proyecto de humanidad que sólo podrá concretarse con la ayuda de un adulto que lo reconozca como tal y que lo acompañe durante ese proceso. De modo, el bebé deberá recorrer un largo camino de estructuración psicológica, psicomotriz y social.



Referencia Bibliográfica
Bruzzo, Mariana. (2008). Escuela para educadoras: enciclopedia de pedagogía práctica, nivel inicial. (1a ed.) Buenos Aires: Círculo Latino Austral.





No hay comentarios:

Publicar un comentario